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Energía asequible y no contaminante

  • vanesavg17
  • 25 oct 2024
  • 5 Min. de lectura

La energía se ha convertido en un pilar fundamental en nuestra vida cotidiana, desempeñando un papel esencial en casi todas las actividades humanas. Desde la iluminación en los hogares hasta el funcionamiento de industrias y la tecnología, la energía impulsa el progreso. Sin embargo, mientras que muchas personas disfrutan de sus beneficios, muy pocos consideran el impacto negativo que la producción y el consumo energético tienen sobre los ecosistemas y el clima a nivel global. Actualmente, el modelo predominante de generación de energía está basado en combustibles fósiles, una fuente de energía no renovable y altamente contaminante. Por esta razón, la ONU ha incluido dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) el séptimo objetivo:

Garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos.

Este objetivo no solo busca mejorar las condiciones de vida de las personas, sino también reducir el impacto ambiental de la producción energética. Para comprender la importancia del séptimo ODS, es fundamental conocer las distintas fuentes de energía disponibles y el impacto que generan sobre el medio ambiente.




Tipos de fuentes de energía: No renovables y renovables


Existen dos grandes categorías de fuentes de energía: las no renovables y las renovables. Las primeras son aquellas que provienen de combustibles fósiles, como el petróleo, el carbón y el gas natural. Estas fuentes han sido las más utilizadas a lo largo del último siglo debido a su alto rendimiento y disponibilidad. Sin embargo, son también las más contaminantes. Para generar energía mediante combustibles fósiles, es necesario quemarlos, lo que libera enormes cantidades de dióxido de carbono (CO₂) y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera, contribuyendo directamente al cambio climático.


Dentro de las fuentes no renovables también se incluye la energía nuclear, que, si bien no emite CO₂ durante su generación, plantea graves riesgos para la salud humana y el medio ambiente debido a los residuos radioactivos que produce. Estos residuos son extremadamente tóxicos y pueden permanecer activos durante miles de años, representando una amenaza a largo plazo. Un ejemplo claro del peligro que conlleva la energía nuclear es el accidente de Chernóbil en 1986. A casi cuatro décadas de esta catástrofe, la zona aún presenta niveles peligrosamente altos de radiación, lo que la convierte en un área inhabitable para las próximas generaciones.



Aunque es fácil decir que estas fuentes de energía contribuyen al cambio climático, el problema va más allá de la mera emisión de gases contaminantes. El cambio climático implica un conjunto de fenómenos interrelacionados, como el aumento acelerado de las temperaturas globales, el deshielo de los polos, la pérdida de biodiversidad y la creciente frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos como huracanes, incendios y sequías. El uso continuo de fuentes no renovables está exacerbando estos fenómenos, poniendo en riesgo la vida en la Tierra tal como la conocemos.


La diferencia con las fuentes renovables


Frente a los devastadores impactos de las fuentes no renovables, las energías renovables se presentan como una alternativa esperanzadora. Las fuentes renovables son aquellas que se regeneran de manera natural y en ciclos mucho más cortos que los combustibles fósiles. Estas incluyen la energía solar, eólica, hidráulica, geotérmica, la biomasa y la energía marina. Al aprovechar el sol, el viento, el agua o la biomasa vegetal y animal, estas fuentes tienen la capacidad de producir energía de manera sostenible y sin los mismos impactos negativos sobre el medio ambiente.



A menudo se refieren a las energías renovables como "energías limpias", ya que, a diferencia de los combustibles fósiles, no generan emisiones de gases de efecto invernadero durante su funcionamiento. Sin embargo, aunque las energías renovables representan una opción mucho más amigable con el planeta, su adopción generalizada no está exenta de desafíos.


Los desafíos de la transición a energías limpias


El tránsito hacia una energía más sostenible implica enfrentar diversos retos económicos, éticos y ambientales. En primer lugar, la infraestructura global actual está profundamente arraigada en el uso de combustibles fósiles, lo que hace que la transición a energías renovables sea costosa y lenta. Muchos países, especialmente aquellos en desarrollo, carecen de los recursos financieros necesarios para realizar grandes inversiones en infraestructuras limpias y sostenibles. Aunque el costo de las energías renovables, como la solar y eólica, ha disminuido significativamente en la última década, todavía requieren una inversión inicial considerable, lo que puede ser un obstáculo para naciones con economías más frágiles.


En segundo lugar, el almacenamiento de energía es otro gran desafío. Las energías renovables, como la solar y la eólica, dependen de las condiciones climáticas. Por ejemplo, la energía solar solo se genera durante el día y cuando hay sol, mientras que la energía eólica depende de la fuerza del viento. Por esta razón, es necesario desarrollar tecnologías de almacenamiento eficientes para garantizar un suministro constante de energía, incluso cuando las condiciones no sean óptimas.


Además, existe un reto social y político. La transición hacia una energía más limpia no solo depende de avances tecnológicos, sino también de la voluntad política y del apoyo social. En muchos casos, las políticas energéticas siguen favoreciendo el uso de combustibles fósiles, debido a su menor costo a corto plazo y a la infraestructura ya existente. Sin embargo, la falta de acción inmediata para impulsar energías renovables pone en riesgo la sostenibilidad a largo plazo y la lucha contra el cambio climático.


Un Futuro Prometedor: El camino hacia la energía asequible y no contaminante


A pesar de los desafíos, el futuro de la energía asequible y no contaminante es prometedor. Los avances tecnológicos han permitido que el costo de las energías limpias disminuya, lo que facilita su adopción a mayor escala. Países como Dinamarca, Alemania y China han liderado la inversión en energía eólica y solar, demostrando que es posible generar energía de manera eficiente sin depender de combustibles fósiles.



Por otro lado, la innovación en almacenamiento de energía también está avanzando rápidamente. Lo podemos observar en las baterías de ion-litio de los vehículos eléctricos. Estas baterías tienen la capacidad de almacenar mayor energía y si se llegan a implementar en regiones remotas permitirán que las comunidades tengan acceso a fuentes de energía renovable sin depender de redes eléctricas centralizadas.


Además, la cooperación internacional es clave para alcanzar el séptimo ODS. Iniciativas globales, como el Acuerdo de París, buscan unir a los países en la lucha contra el cambio climático y promover el uso de energías limpias. Sin embargo, para que estos esfuerzos sean efectivos, es crucial que todos los actores involucrados como los gobiernos, empresas y ciudadanos asumamos la responsabilidad en la transición energética.


El séptimo Objetivo de Desarrollo Sostenible representa un reto urgente y complejo, pero también una oportunidad única para transformar nuestro modelo energético hacia uno más justo, sostenible y eficiente. Garantizar el acceso a energía asequible y no contaminante no solo mejorará la calidad de vida de millones de personas en todo el mundo, sino que también será crucial en la lucha contra el cambio climático. Con voluntad, innovación tecnológica y una mayor conciencia social, es posible construir un futuro energético más justo y respetuoso con el planeta.




 
 
 

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